El que viene de arriba. Juan 3:31-36
El que viene de arriba. Juan 3:31- 36
En este pasaje, Juan el Bautista concluye su ministerio con un poderoso testimonio sobre la supremacía de Jesucristo. A través de estas palabras, se enfatizan las diferencias esenciales entre Juan y Jesús, destacando la naturaleza divina y la autoridad única del Hijo de Dios. Este texto nos invita a reconocer la preeminencia de Cristo en cinco aspectos fundamentales, que confirman su superioridad y llaman a la fe en Él como la fuente de vida eterna.
1. La procedencia y supremacía de Jesús.
Cristo es de origen celestial y eterno, y esta verdad se destaca claramente en Juan 3:31:
| "El que de arriba viene, es sobre todos; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del cielo, es sobre todos”
El término griego anōthen (de arriba), que aparece en este versículo, es el mismo que se usa para referirse al "nuevo nacimiento" en Juan 3:3 y 3:7, enfatizando el origen celestial del nuevo nacimiento espiritual y, en este caso, el origen divino de Cristo.
Esto, nos subraya la naturaleza divina de Jesús, quien procede del cielo y, por tanto, posee autoridad suprema sobre toda la creación y sobre el mundo humano en particular. Jesús es el único que "descendió del cielo" y por ello está "sobre todos”.
Como soberano del universo y Señor de la humanidad. Su testimonio es de autoridad porque habla de lo que ha visto y oído en la presencia del Padre, a diferencia de Juan el Bautista, es “de la tierra”, terrenal, refiriendose a que poseía limitaciones humanas como todo hombre, y aunque su predicación era audaz, persuasiva, era “un hombre enviado de Dios” (1:6). Pero, en Jesús no era así, porque él era el Dios encarnado y su testimonio de la verdad era infinitamente mayor que el de Juan. Es por ello, que Cristo tenía que crecer mientras Juan tenía que menguar.
- El reconocimiento del origen celestial de Cristo no solo afirma su divinidad, sino que también nos invita a fundamentar nuestra fe en Él, quien ofrece vida eterna para todas aquellas a quienes creen en Él.
2. El testimonio fiel de Jesús y el rechazo humano.
Cristo conocía directamente la verdad, porque lo vío y oyó de primera mano, tal como nos dice Juan 3:32:
| "Y lo que vio y oyó, esto testifica; y nadie recibe su testimonio”.
El testimonio de Jesús se basa en lo que Él mismo ha visto y oído en el cielo, no en información de segunda mano. Desde el Antiguo Testamento, Dios habló a través de profetas, siendo Juan el Bautista el último y más grande de ellos. Pero en el Nuevo Pacto, Dios nos habla directamente por medio de su Hijo, Jesús, (He, 1:1-2) quien no solo transmitió un mensaje, sino que fue la fuente misma de la revelación divina, porque lo que vio y oyó en el cielo lo testificó con autoridad y certeza.
Jesús mismo afirmó a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos” y “Todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer”. Su enseñanza no es de segunda mano ni una interpretación humana, sino la verdad revelada por Dios en persona. Por eso, incluso sus enemigos reconocían que “jamás hombre alguno ha hablado como Él”.
Sin embargo, muchos rechazaron este testimonio divino, tal como lo expresó Juan el Bautista: “nadie recibe su testimonio”. Esto refleja una realidad espiritual: el hombre natural no puede comprender las cosas del Espíritu porque para él son locura (1 Co. 2:14), y están cegados por sus propios pecados y por Satanás (Ef. 2:1; 2 Co. 4:4).
3. El Testimonio de Cristo y la veracidad de Dios.
Quién recibe el testimonio de Cristo reconoce la verecidad de Dios como nos menciona Juan 3:33:
| “El que recibe su testimonio, este atestigua que Dios es veraz”.
En este pasaje encontramos una verdad profunda y alentadora: aunque muchos rechazan el mensaje de Jesús, hay quienes aceptan su testimonio y, al hacerlo, reconocen la fidelidad y verdad de Dios.
La biblia de estudio de Jon MacArthur destaca que “El testimonio de Cristo está en perfecta armonía con la voluntad y revelación de Dios Padre”. (MacArthur, 2011)
Esta coherencia es un sello de autenticidad y una invitación a la fe.
Antiguamente las personas solían poner su sello en documentos o cartas para mostrar aceptación y aprobación total, usando a menudo un anillo para firmar, de manera similar, quienes reciben el testimonio de Cristo están poniendo su “sello” de aceptación sobre Él, certificando que Dios habla con verdad a través de su Hijo. Esta acción es una manifestación de fe que reconoce que el mensaje de Jesús está en perfecta armonía con la voluntad y revelación del Padre (Jn. 17:17; Rom. 3:4; Tit. 1:2). Y a diferencia de los maestros humanos, cuyas palabras pueden ser erróneas o incompletas, Jesús siempre habló en completa unidad con Dios Padre. Por eso, rechazar a Jesús es rechazar a Dios mismo, pues “el que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió” (Jn. 5:23). Rechazar a Jesús es hacer a Dios mentiroso y enfrentar la condena eterna (1 Jn. 5:10; Jn. 8:24). Pero, aceptar a Jesús es aceptar la verdad de Dios y el creyente que recibe el testimonio de Cristo da evidencia de que Dios es fiel y veraz.
4. La plenitud del Espíritu en las palabras de Cristo.
Jesús recibió el Espíritu Santo sin medida, en Juan 3:34 leemos:
| “Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por
medida.”
Esto significa que, a diferencia de los profetas y siervos de Dios en el pasado, que recibían el Espíritu en momentos específicos y limitados, Jesús fue llenado con la plenitud del Espíritu Santo para cumplir su misión con poder, autoridad y perfección. En Él habita toda la plenitud de Dios (Col. 2:9), y por eso sus palabras son infalibles y llenas de vida. La unción completa del Espíritu en Jesús confirma su divinidad y su capacidad para realizar la obra de redención y juicio.
5. El amor del Padre y la autoridad del hijo.
Vemos en estos versiculos una verdad profunda: El amor del Padre hacia Jesús es tan grande que le ha entregado toda autoridad, sobre el cielo y la tierra. Como nos dice Juan 3:35-36
| “El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.”
Jesús no es solo un maestro o profeta; Él tiene la supremacía absoluta, la autoridad total para gobernar y salvar. Esta autoridad es una clara señal de su divinidad y poder.
El amor y la autoridad y del Padre
Esta entrega soberana confirma la posición suprema de Cristo como juez y dador de vida eterna. Quien cree en el Hijo recibe vida eterna, mientras que quien lo rechaza permanece bajo la ira de Dios. Esta verdad resalta la importancia de reconocer la soberanía de Jesús y responder con fe. Jesús tiene todo lo necesario para cuidar de nosotras y guiarnos. No hay situación ni problema que esté fuera de su control. Él es soberano y su amor es firme. Podemos confiar plenamente en Él porque el Padre le ha dado todo en sus manos.
Invitación y advertencia
Este pasaje también nos presenta una invitación y una advertencia claras:
- Quien cree en Jesús tiene vida eterna. Esta vida no es solo una promesa futura, sino una realidad presente que transforma nuestro corazón y nuestra vida.
- Quien rehúsa creer en Él no verá la vida y está bajo la ira de Dios. La incredulidad y la desobediencia conllevan consecuencias graves, pues la ira de Dios permanece sobre quienes rechazan al Hijo.
La fe como obediencia
Creer en Jesús no es solo aceptar una idea, sino obedecer a Dios y confiar en Él con todo nuestro ser. La Biblia enseña que la fe verdadera se manifiesta en obediencia y entrega diaria. Juan el Bautista, con humildad y valentía, proclamó este mensaje antes de que su ministerio terminara: solo en Jesús hay salvación y vida eterna.
La fe en Jesús es la única vía para obtener vida eterna, una relación con Dios que no termina. Por el contrario, rechazar a Jesús implica enfrentar la separación eterna de Dios y su justa ira.
Cita destacada
”El que de arriba viene, es sobre todos; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del cielo, es sobre todos.". — Juan 3:31
Conclusión
Juan 3:31-36 presenta un testimonio claro y definitivo sobre la superioridad de Cristo, fundamentado en su origen celestial, conocimiento directo, coherencia con Dios, plenitud del Espíritu y autoridad soberana. John MacArthur enfatiza que este pasaje nos llama a reconocer a Jesús como el único que puede otorgar vida eterna, y a responder con fe y obediencia. La humildad de Juan el Bautista al disminuir para que Cristo crezca es un ejemplo para todos los creyentes, invitándonos a poner a Jesús en el centro de nuestra vida y fe.
¡Bendiciones!
DeDorantesLaura
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“Adornemos el evangelio, viviendo conforme a la sana doctrina. Tito 2:1-5”.
Referencias
- MacArthur, John. Comentario MacArthur del Nuevo Testamento: Juan 1-11 . Moody Publishers, 1986.
- Strong, James. Concordancia Exhaustiva de la Biblia de Strong . Abingdon Press, 1890.
- Liddell, Henry George y Robert Scott. Un léxico griego-inglés . Oxford University Press, 1940.
- Santa Biblia, Reina-Valera (RV60). Sociedades Bíblicas Unidas.
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